Escrito por Luis Alfredo Villalba Ruiz
25 agosto 2013 – visitas 1862
Ante el fracaso político de etiquetar LA INCLUSIÓN como inclusión social, cuando la inclusión es una sola LA INCLUSIÓN EN LA TOMA DE DECISIONES, urge repensar rápidamente medidas efectivas que permitan encarrilar la voluntad política del país para un andar más ligero, sin pesos gratuitos adicionales.
Tampoco cometer el error, en algunas regiones y localidades, de acallar el clamor por participar en la toma de decisiones, cooptando a los líderes sociales para acallarlos, en lugar de facilitar que den el salto de una visión sesgada de protesta sin fundamento a otra de construcción de propuestas desde sus bases sociales.
Y es que el sistema de Toma de Decisiones, tradicionalmente reservado para quienes ostentan el poder político y cuando este no funciona para el poder fáctico se ha precarizado como consecuencia de la pérdida de confianza en la palabra del presidente elegido para gobernar y conducir el país. Cuando las habilidades de comunicación no están, hay otras formas, pero que no pueden ser reemplazadas con palabras que dan la impresión de soberbia, falsedad, penumbra, timidez, etc. No se trata aquí de personalizarlo en el presidente de turno se trata de la significación que tiene para el país el cargo y representación de la presidencia del país.
La precarización; hoy, del sistema de Toma de Decisiones es consecuencia de la pulverización de los acuerdos mínimos que sustentaron en los últimos tiempos la gobernabilidad del país, luego de la recuperación y secuestro del estado en los 90s, dos acuerdos claves: El Acuerdo Nacional, que articula las voluntades políticas interesadas en apuntalar el proyecto país y el Plan Bicentenario, que hoy se convierte en la columna vertebral del sistema de inversión pública, a pesar del MEF, por el alineamiento de planes regionales y locales con el plan nacional al 2021.
Ponerlos en agendas, permitiría emparejar el suelo, explicitar y confirmar los temas priorizados por el gobierno y acercarse al clamor creciente que toma las calles, clamor que reclama ser parte de la toma de decisiones no benefactor gratuito ni convidado de piedra. Necesita ser parte del proceso de construcción de un nuevo estado con la destreza y madurez política de sus actores y recuperar la confianza en la institucionalidad del país más que en las buenas voluntades. Porque las personas pasan y las instituciones quedan y son la garantía de un horizonte con futuro.
Es importante bajar al llano, no porque uno esté en ropa de faena está en el llano, bajar al llano no implica dejar las investiduras, por el contrario nos obliga a abrir las entendederas y escuchar primero, escuchar segundo, escuchar tercero y concertar luego sobre la base de una agenda ya acordada políticamente las prioridades del nuevo contexto; caracterizado por las incertidumbres que originan afirmaciones fuera de contexto y abordaje de conflictos a destiempo, en base a criterios que le den eficacia, eficiencia y efectividad al gobierno
En otras palabras que la cabeza caliente del ejecutivo entienda que es el gobierno de todos los peruanos y no de aquellos cercanos que le calientan la cabeza y sugieren actuar al caballazo y que las visiones del Perú deben estar dentro, de un marco concertado, para acercarlo como medida efectista y diseñar el hacerles frente, no ayuda un ejecutivo inerte, inocuo e incoloro. Con el mayor de los respetos por supuesto de nuestra representación política vigente.