Escrito por Luis Alfredo Villalba Ruiz
09 julio 2013 – visitas 1822
El mundo es testigo de la precarización de la representación política y entronización de las acampadas como forma práctica de arrinconar el status quo, incluso después de cambios en la conducción por las campañas de hace algo más de dos años.
Nuevos gobiernos que han pensado que se trataba solamente de cambiar representaciones en el poder y pretendieron seguir en la inercia de administrar el poder asumiéndose que nuevos representante políticos tenían carta abierta para nuevamente dar la espalda a las masivas aspiraciones de transformaciones estructurales en el sistema de toma de decisiones.
Es que de un tiempo a esta parte resulta que en un mismo saco han caído movimientos tradicionalmente conservadores como también los alternativos de transformación y cambio; por considerarse legítimos representantes y con los poderes suficientes para gobernar.
Usufructuar el poder manteniendo incólume el sistema de toma de decisiones, demuestra la incomprensión de la clase política de la irrupción de un nuevo actor global, el pueblo global no quiere seguir de convidado de piedra.
La Civilización ha sustentado su evolución en la cada vez mayor participación de los miembros de la sociedad en la toma de decisiones:
En la prehistoria, amparada en la capacidad de la civilización para tomar decisiones, por el hombre, en base a su relación de dominio de la naturaleza e instinto de supervivencia.
En la era esclavista, amparada en la capacidad de la civilización para tomar decisiones, por los esclavos, en base a la delegación de los derechos del esclavo a su dueño.
En la era feudal, amparada en la capacidad de la civilización para tomar decisiones, por los siervos, en base a la delegación de sus derechos al dueño del territorio.
En la era moderna, amparada en la capacidad de la civilización para tomar decisiones, en base y en función de las relaciones ideales de sociedad sustentada en las vanguardias.
En la era contemporánea, amparada en la capacidad de la civilización para tomar decisiones, en base y en función de las relaciones ideales de sociedad en base a la elección de representantes (elegidos u oficiosos) al gobierno para conducir el estado.
Estamos en las puertas de una nueva era, el sistema de toma de decisiones se ha precarizado y la civilización necesita reconstruir la base que sustente la toma de decisiones, es un clamor global que nos encuentra con organizaciones políticas enclenques y corroídas por la corrupción y aprovechamiento del poder, y lo peor, allí no hay distingos Gobiernos conservadores, Gobiernos revolucionarios, Gobiernos pragmáticos, Gobiernos fundamentalistas, etc., etc. Son lamentables muestras de descrédito y razones suficientes de desconfianza masiva.
Es tiempo de volver a la fuente del actuar político que destrone aventureros, oportunistas, fundamentalistas, conformistas; el hombre por naturaleza es político y necesita organizarse en base a ideales consensuados y concertados, como base de la estructura de el nuevo sistema de toma de decisiones.
No basta arrinconar la pobreza, tampoco entronizar el desarrollo sostenible, tampoco reconocerse revolucionario o liberal, menos sustentarse en caudillos enemigos de la institucionalidad de la civilización evolutiva.
Lo contrario dejará espacio para que la fuerza de los cañones, alimentada y fomentada con municiones fundamentalistas y fetichismo ideológico, deje la mecha a expensas del defensor del estatus quo y la flama a disposición de los oportunistas infaltables. Es decir, el detonante es el conjunto, no uno en particular.