16 Enero 2014 – Visitas 1873
Escrito por Luis Alfredo Villalba Ruiz
Inicio de las precipitaciones que alteran el ánimo del habitante y transeúnte de la ciudad de Arequipa, precipitaciones que ni despeinan a los ejecutivos de las empresas prestadoras de servicios como SEDAPAR, SEAL y todas las de comunicaciones, precipitaciones que sirven para que las autoridades
traten de demostrar lo indemostrable es decir efectividad que no la tienen, precipitaciones que nos ponen frente a la precariedad con que hemos crecido y la indolencia de quienes teniendo la responsabilidad de tomar de
cisiones no tienen reparo alguno en programar obras en la ciudad cuando se inicia la temporada de lluvias. Ninguna disculpa es válida ni el Ministerio de Economía y Finanzas por la demora en la liberación de recursos, porque la conocen solo quienes trabajan con tal ministerio y la población desconoce.
Imposible que cada quien (empresas y autoridades) cuenten con la capacidad suficiente para atender cada una de la contingencias que se suceden, dicen que tienen capacidad operativa, pero ni las contestadoras automáticas les sirven para generar información válida para establecer lo que acontece en la ciudad prefieren bloquear el sistema con sendas musiquitas y tracalada de propaganda que parecen una letanía y síntoma de que algo no camina bien y ni idea tienen de para qué sirve la información.
Nuestras actitudes son extensión y reflejo de cómo nos hemos formado y es importante tomar conciencia, que si pues, no todos tenemos vocación de servicio y trabajar de servidores es un suplicio y causa de t
antas malas reacciones y actitudes que se exacerban cuando quien requiere el servicio se siente no servido y maltratado. Porque es cierto todos somos defensa civil, pero no todos tenemos la responsabilidad y competencia para tomar decisiones, que van más allá de la responsabilidad con la vida y medios de que disponemos.
Una ciudad, como nuestra Arequipa, que ha crecido de mano de la improvisación y con la otra mano cogida de aprovechadores sentados en dependencias públicas, que se han convencido a sí mismos que pactar con algunas mafias de dirigentes es la forma más inteligente de contribuir con la ciudad y la región; se siente desguarnecida. La informalidad se ha impuesto, cada quien construye según propio parecer, sin ser previsores, la mismas obras públicas, como quien las ejecuta las aprueba, no hay un buen estándar de calidad de obras.
No existe en el país un sistema, no que controle, vigile y fiscalice los hechos consumados; SINO MAS BIEN QUE PARTICIPE DE LOS PROCESOS DE EJECUCIÓN E INPLEMENTACIÓN, para garantizar que lo proyectado llegue a buen término y cumpla su menester y si es necesario realizar un ajuste en el camino con los protocolos debidos se realicen, porque no se trata de cumplir sino de garantizar que cumpla con su menester para el cual fue concebido.
Timbrar los teléfonos que dizque son de
emergencia y de todas las dependencias que un poblador de a pie cree o escuchó alguna vez está para defenderlo, es desesperante y tan desesperanzador, que las sensaciones de desgobierno se acrecientan.
A tal punto de desaprensión se ha llegado que muy sueltos de huesos algunos personajes, que representan a las instituciones, no tienen empacho alguno en manifestar que las obras adjudicadas a terceros son responsabilidad de los terceros; si pues la ejecución, pero la responsabilidad es de quienes los contrataron.
Que difícil tomar decisiones de gobierno, cuando por gobierno se comprende el poder omnímodo dado por ley y la incompetencia para delegar la generación de condiciones e información suficiente para con argumentos técnicos, sociales, económicos y políticos se tome una decisión certera en lugar de interesada y con anteojeras.