Escrito por Luis Alfredo Villalba Ruiz
04 febrero 2013 – visitas 1913
La institucionalización del Presupuesto Por Resultados en la Gestión indudablemente representa un gran esfuerzo desde el estado por alinear la inversión pública en busca de alcanzar cada uno de los objetivos de política pública priorizados, en particular dirigidos a salvar las brechas que hacen que la situación de pobreza, desequilibrios e inequidad mantenga bolsones sociales desenganchados de los relativos éxitos en materia económica del país.
Bastará girar la vista atrás para percatarse que pese al esfuerzo pareciera avanzarse muy poco o muy lentamente, es que los recursos y capacidad operativa siempre parecerán insuficientes cuando el estado sea quien decide solucionar la pobreza, los desequilibrios e inequidades.
Si bien la decisión interna data del año 2007 como el inicio de la implementación del Presupuesto por Resultados en el país, es un debate iniciado en los 90s, cuando la búsqueda metodológica de la planificación apuntó a saltar de la planificación por objetivos a la planificación por resultados; con el válido argumento de saltar de la búsqueda de eficiencias operativas a la búsqueda de los efectos e impactos en las poblaciones objetivo (cambio en las condiciones, cualidades o características inherentes a una población identificada, en el entorno en el que se desenvuelve o en las organizaciones que la sirven, tanto del sector Público como Privado) Directiva N° 002-2012-EF/50.01.
Hasta hoy sostengo, quedo en el limbo la precisión de roles respecto de cómo es que el promotor del desarrollo que se propone “Mejorar las condiciones de vida de la población” o el estado que se propone hacer frente a la pobreza, los desequilibrio e inequidades, garantizan la sostenibilidad de la propuesta.
Si yo propongo la política pública y yo la implemento no es coherente ni consistente que yo mismo la evalúe porque los ojos con que veo mi trabajo obviamente es la de ojos incondicionales así no quiera. Sin embargo ojos ajenos tampoco ayudarían de manera certera a concluir sobre la eficiencia, la eficacia y consecuentemente la efectividad del trabajo desarrollado.
Aquí es donde entra a tallar la propuesta y sostengo que la sostenibilidad de la propuesta del PPR requiere diferenciar algunos conceptos clave en función de roles protagónicos no solamente del operador (estado promotor de la propuesta) sino del objeto o la razón de la propuesta (población objetivo).
Sugiero realizar el ejercicio de hacer equivalente al Resultado Final (operativo) con el Resultado de Impacto (estratégico) y al Resultado Específico (operativo) Resultado de Efecto (estratégico). Luego decidir como operador reservarse la directa responsabilidad de alcanzar los Resultados específicos con los cuales logro desencadenar efectos de cambio de hábitos en la población beneficiaria de las políticas públicas y dejar a la dinámica de los beneficiarios de los proyectos y programas hacer que tal cambio de hábitos induzcan cambios y consecuentemente la transformación de su entorno y condiciones de postergación en que han estado sumidos.
Así como estado respondo de manera directa por los efectos logrados en la población identificada como razón de un plan o programa y luego evalúo la dinámica y sinergias inducidas con los efectos logrados.
Concluyendo los Resultados de Efecto (específicos), cambio de hábitos es de directa responsabilidad del operador, mientras los Resultados de Impacto (final), transformación de realidad existente la realiza la población al recibir una adecuada transferencia del proyecto o programa.
Así no seré juez y parte y la evaluación con absoluta transparencia estará en condiciones de involucrar el control social como parte de la política pública y dejar de ser el convidado de piedra, que no logra percibir como mejora su situación de postergación.
Los Efectos son responsabilidad de operador.
Los Impactos los logra la población, razón de la intervención.