Escrito por Luis Alfredo Villalba Ruiz
18 octubre 2013 – visitas 1945
Cuando la fuerza de la historia no son las piedras caídas, sino el alma de sus moradores, la historia trasciende el terremoto más devastador.
Cuando la fuerza de de los resultados en desarrollo no son las estadísticas, sino el comportamiento cotidiano de una población con bienestar sostenible, el desarrollo se hace sostenible.
Es temeraria la osadía en los inicios del Siglo XXI, el proseguir con el hábito de entronizar como referentes absolutos de evolución de la sociedad global, las constataciones de las vanguardias políticas, o económicas, o sociales, o técnicas, o científicas.
El nuevo contexto global y tecnológico sobre todo nos dice que estamos en el umbral de un planeamiento en tiempo real con información globalizada, y tecnología que pone en nuestras manos herramientas de información para sistematizar cotidianamente el acontecer de la sociedad, es cuestión de mirarla sin recelo y echar mano de ella.
Esa misma tecnología tiene como requisitos la voluntad, predisposición y compromiso con la institucionalidad de la transparencia efectiva y la aceptación de que las vanguardias para ser vigentes deben entender que el tiempo de la toma de decisiones no puede seguir siendo de élites cuando la sociedad quiere ser parte del proceso de toma de decisiones y no más un convidado de piedra.
Al igual la afirmación del Banco Mundial y muchos expertos sobre el engrosamiento de la Clase Media, por la migración de los pobres que han dejado de serlo por el crecimiento económico, será aún una constatación con pies de barro hasta mientras no se ponga en evidencia que tal migración es sostenible en el tiempo.
El Desarrollo de la Sociedad Globalizada, tiene una carga aún muy pesada como para hacer de estos atisbos un motivo de “Algarabía excesiva”, como aquella que nos dice que en manos de menos de 3% mundial se concentra alrededor del 50% de la riqueza mundial, aquella otra que indica que las políticas de empleo sostenible están a expensas de las voluntades personales en lugar de depender de procesos institucionales concertados y consensuados.
Bienvenida la algarabía, es menester ponerla en su real dimensión, para comprender que la tarea es aún de titanes y trasciende las buenas voluntades y nos obliga a encontrar la forma de trascender a la institucionalidad de los resultados.