Escrito por Luis Alfredo Villalba Ruiz
21 marzo 2013 – visitas 1955
Patinar recurrente, testa dura, renegada del aprender, ni el coscorrón es de utilidad.
Inverosímil como la dación de una primera ley, una segunda, otra tercera que se acumula, la cuarta a poco de ver la luz, una quinta en ciernes; todas con la capacidad de invitar a alzar la voz de desasosiego y las adormecidas despertadas para ver y escuchar.
Caldo de cultivo para interesados en aprovechar la oportunidad ofrecida en bandeja dorada, impensada y bienvenida a la vez. Mientras quienes fungen de iluminados y vanguardia llevan, obligados a los destinatarios, de la mano por ámbitos desconocidos, bolsillo en mano a dejar lo mínimo o más disponible.
Estar en paz con el estado es mejor por si acaso, de lo contrario ser parte de una voz masificada es la alternativa de resguardo; resguardo del cacicazgo, caudillismo, mesianismo, etc. desprendidos del menor rubor y sangre en la cara. Es menester ahorrar para el futuro, al menos ahorrar, para no ser carga futura para el estado. Más allá de la sola afirmación habrá que hacer el ejercicio de dimensionar cuanta carga son hoy quienes sin el ahorro vía las AFP desembarazan más bien al estado de responsabilidades básicas.
Lo cierto es que no hay propuesta mala, más bien mal intencionada y puesta en evidencia luego de sencilla y suficiente información, el beneficio de la duda es sin embargo una interesante salida si no existió el adrede, más si los oídos sordos o la idea equivocada, que un grupo reducido y de élite es suficiente para madurar una buena idea, no prestan oído a los interesados que también tienen vela en el entierro.
La inocencia les valga, y esto que estamos a no más de cuatro meses del día de los inocentes; si pues hay grupos de presión que saben cómo comportarse y que hacer para conseguir sus objetivos, se dedican a ello; no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Los tiempos del estado papá, ya fue, los tiempos del mercado responsable, nunca fueron, se descubrieron por sus procederes, la desconfianza se enseñorea; el estado castigador se quiere imponer por sentirse dueño de la razón y el mercado irresponsable necesita imponerse para asegurar rentabilidad usuraria.
La irresponsabilidad se enseñorea y pavonea suponiendo que basta un tira y afloja de ambos, olvidando que su razón de ser no son ni el uno ni el otro. Reclamamos e irrogamos el derecho de pensar tanto como de ser incluidos en la toma de decisiones, tal como se las toma hoy se a precarizado, solamente la participación de quienes hasta hoy tienen voz, sin oídos que la escuchen dejará atrás el diálogo de sordos.